TESTIMONIOS
Haruna Garba
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“Tardé cuatro años en llegar de Togo a España, pero al llegar encontré una familia”
Aunque haya nacido en Togo, Haruna Garba se siente muy valenciano. Su historia es ponerle cara y ojos al drama de la inmigración diaria que hay de África a Europa. Hoy está felizmente casado y con tres hijos y reside en España desde hace más de 20 años, pero su vida, hasta llegar aquí, no ha sido nada fácil.
Con solo doce años, abandonó Togo, su país, al morir su padre. Se embarcó en un azaroso viaje, largo y difícil, sobre todo al llegar al desierto, en el que tuvo que enfrentarse a las mafias que, como afirma, “me ha marcado la vida; me llegaron a poner una pistola en la cabeza”. Cruzar África hasta llegar a España fue una arriesgada aventura que le pudo costar la vida. Un trayecto de más de cuatro años.
Una vez en nuestro país las cosas fueron cambiando, primero en Canarias y a los 45 días le llevaron a Valencia. Allí, ya con 16 años, al ver su nueva ciudad, gritó “viva España”.
Haruna, a sus 37 años, quiere dar testimonio de lo bien que le cuidaron en Xabec, que siendo un centro de formación profesional, es mucho más: “allí encontré una familia, Xabec es amor”. Al principio era un centro pequeño, pero hoy cuenta con más de 1.5000 alumnos gracias, en parte, a los préstamos de las fundaciones.
Ser huérfano, afirma, es uno de los principales motivos por los que la gente, al menos en su país, emigra a Europa, y eso es precisamente lo que trata de hacer con su trabajo. Después de trabajar en Xabec como informático durante varios años, su sueño actual es evitar que otros niños tengan que padecer como él lo hizo y verse forzados a abandonar su país, construyendo un colegio para niños huérfanos. Asegura que ellos son los más vulnerables y los que más se ven forzados a abandonar el país, “como me pasó a mí”, asegura Garba.
Hoy ese primer colegio ya es una realidad en el que no solo reciben educación, sino que “desayunan, comen y cenan”.
Busca fondos y agradece mucho todas las ayudas que está recibiendo, pero sus sueños no terminan en Togo, quiere extender su idea por otros muchos países africanos.
Todo esto, reconoce, no hubiera sido posible sin la ayuda de gente como Luis Valls y sus fundaciones, y este musulmán togolés afirma con su gran sonrisa que “gracias a él, Xabec es uno de los mejores colegios del mundo”.