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EN PROFUNDIDAD

Antonio Gutiérrez

secretario general Comisiones Obreras (1987-2000)

Por Íñigo de Barrón Arniches, periodista que ha trabajado en medios como El País, donde fue Corresponsal Financiero entre el 2000 y 2022, Europa Press o Expansión. También ha colaborado en algunos canales de televisión y radio, como RTVE, La Sexta, Cuatro, COPE, Cadena SER y Onda Madrid. A utor del libro “El hundimiento de la banca”, entre otros, ha recibido a lo largo de su carrera diferentes premios como el Schroders al mejor artículo del año y el ING de Periodismo.

“A Luis Valls le gustaba conocer lo que pensaba el otro, aunque tuviera unas creencias muy diferentes”

Antonio Gutiérrez (Orihuela, 1951), fue secretario de Comisiones Obreras entre 1987 y el 2000, así como militante del Partido Comunista hasta 1991. También fue diputado por el PSOE al Parlamento en 2004, cuando ganó las elecciones José Luis Rodríguez Zapatero. Economista de profesión y miembro del Servicio de Estudios de Caja Madrid y posteriormente de Bankia, Gutiérrez mantuvo una curiosa relación con Luis Valls a lo largo de los años. Comisiones Obreras era el sindicato mayoritario tanto en el Banco Popular como en todo el sector bancario, un factor que pudo hacer que Valls fuera consciente de que debía entenderse con sus líderes para que la entidad funcionara adecuadamente.

A ambos les unía su interés por la política, el convencimiento de que había que apoyar la democracia sin fisuras y, pese a estar en posiciones muy divergentes –Gutiérrez es ateo de formación comunista- mantuvo una relación de cierta confianza con Valls, un miembro relevante del Opus Dei.

“Valls era una persona muy culta, se podía hablar con él de muchas cosas. Irónico y bromista, le gustaba mantener debates con un pensamiento dinámico; quería conocer lo que pensaba el otro, aunque tuviera unas ideas muy diferentes”.

Pregunta. ¿Cómo empezó su relación personal con Luis Valls?

Respuesta. Mi relación con el presidente del Banco Popular empezó en democracia. Comisiones Obreras logró más del 70% de la representación sindical en el Popular en las primeras elecciones. Eran cuadros sindicales muy valiosos para Comisiones Obreras, que se habían curtido en la entidad. Los antecedentes de las relaciones laborales en el Popular eran negativos porque el jefe de personal era un antiguo funcionario de prisiones bajo el franquismo. Me pareció inexplicable. Fue una época muy dura en la que hubo bastantes despidos, represalias, traslados forzosos de sindicalistas de Comisiones Obreras. Estamos hablando desde el 1972 al 1975, hasta la Transición.

P. ¿Y luego cambió la situación?

R. Tras la muerte de Franco, la entidad empezó a normalizar las relaciones con Comisiones Obreras y otros sindicatos. Se inició un trato más abierto y se aplicó de inmediato la amnistía laboral a todos los despedidos. También se empezaron a reconocer nuestros derechos sindicales; había otras empresas que no lo hacían, aunque estaba en la Ley Orgánica de Libertad Sindical. A mí también me la aplicaron porque me habían despedido de Michelin.

P. ¿Hubo algún hecho concreto que le llamara la atención de Luis Valls en aquellos años conflictivos?

R. Sí, hubo uno significativo y que nunca quiso que se supiera. En la primera fiesta del PCE que se hacía en la Casa de Campo de Madrid, un autobús que venía desde Murcia tuvo un accidente de tráfico en el que murió muchísima gente. Entonces él, sin que nadie le pidiera nada, llamó para decir que, a través de las Fundaciones, se haría cargo de costear los estudios de los hijos de los fallecidos en ese accidente: Y lo cumplió hasta el final; fue el 30 de septiembre de 1981. No sé si pagó hasta la universidad, pero aunque hubiese sido solo unos cuantos años, ya me parece un gesto encomiable porque eran familias humildes.

P. ¿Fue a raíz de este tema cuando tuvo el primer contacto personal?

R. No, lo primero que le pedí era que facilitara a los sindicalistas del Popular que pudieran trabajar como liberados y así ocuparse de sus labores, sin que se les perjudicara en su retribución —por el cobro de trienios— ni en su carrera profesional. Era un derecho, pero muchas empresas no lo cumplían y en el Popular sí se estableció. Luis lo facilitó.

P. ¿Hubo más gestos de este tipo?

R. Sí, más adelante, hacia 1985, cuando se discutía la entrada de España en el Mercado Común, que se completó en 1986, le pedí que nos facilitara locales para realizar encuentros, charlas, seminarios, jornadas con los trabajadores, para explicar al movimiento sindical la importancia del proceso de integración y las negociaciones con las comunidades europeas. Nos cedió espacios en el Edificio Beatriz, pero me dijo que, a cambio, tenía que entregarle una foto dedicada. Me acaban de hacer una entrevista en una revista y me entregó una foto que se la dediqué. No me acuerdo lo que le puse, creo que fue algo en plan irónico. Incluso algún embajador me comentó después que la había visto en el despacho de Valls cuando iba allí para hablar. Dio bastante juego aquella foto, la verdad.

P. ¿Y mantuvieron más encuentros?

R. Sí, no eran encuentros periódicos, pero nos veíamos de vez en cuando. Alguna vez en el comedor del banco, que tenía una gran mesa circular de mármol. Precisamente en otra ocasión, en 1988, le pedí un préstamo para impulsar un proyecto de recuperación de la pequeña localidad de Morillo de Tou, en la comarca de Sobrarbe (Huesca). La Unión Sindical de Comisiones Obreras de Aragón pidió a la Confederación Hidrográfica que le cediera el pueblo, que estaba abandonado porque había entrado en un proyecto de embalse, que no se completó. El objetivo era convertirlo en centro de formación sindical, por un lado, pero también como una pequeña ciudad de vacaciones Tras mucho trabajo de voluntarios, se vio que necesitaba un impulso económico para no tirar todo el trabajo por la borda y el sindicato no podía poner su dinero porque no era una prioridad. Necesitaban más de 50 millones de pesetas. Se me ocurrió pedirle un préstamo a Valls, diciendo que el turismo también ayudaría al santuario de Torreciudad, del Opus Dei, porque estaba cerca.

P. ¿Y cuál fue su reacción?

R. Quizá me pasé de listo sinceramente, le conté que se podía revalorizar la zona. Valls me dejó hablar, con una mirada socarrona. Por supuesto no le convencí de nada, y me dijo que el Banco Popular no podía hacerse cargo del préstamo, pero se comprometió a nivel personal, supongo que a través de fundaciones, a realizarlo con un tipo de interés que era la mitad del de mercado. Se devolvió todo y hoy el pueblo sigue funcionando como un ejemplo de recuperación en la zona.

P. Imagino que en una época tan convulsa como la de principios de los años ochenta, con la aprobación de la Ley de Acción Sindical, el Estatuto de los Trabajadores, el último gobierno de la UCD y la intentona golpista, ofrecía muchos temas para el debate…

R. Sí, tras el intento de golpe de Estado en el Congreso, los sindicatos nos quedamos perplejos con el silencio de la cúpula de la CEOE, entonces presidida por Carlos Ferrer Salat. También la AEB se mantuvo muy tímida. En el sindicato sabíamos que muchos empresarios y banqueros jugaron a ponerse de perfil, con posturas tibias en aquellos momentos tan difíciles. Sin embargo, Luis Valls fue muy claro en su condena. Es justo reconocerlo.

P. ¿Vuestra pasión política marcaba aquellos encuentros?

R. Él era ya conocido como un hombre del Opus Dei, y yo en una izquierda muy clara, pero, como he comentado antes, encontrábamos puntos en común porque se manifestaba como alguien que tenía una visión amplia de la democracia, de cómo había sido la Transición y mantenía un apoyo sin fisuras al nuevo régimen democrático. Sería pretencioso por mi parte decir que tenía un conocimiento profundo de Luis Valls, pero, a diferencia de otros empresarios, él sí fue consciente de que la dictadura era insostenible, como lo eran cualquier intento de vuelta atrás. Insisto, es una impresión, simplemente una impresión y, por lo tanto, debe tomarse con todas las cautelas. En aquella época, una buena parte de lo que podríamos llamar los poderes económicos y empresariales estuvieron hasta el final pensando que podía prolongarse el franquismo sin Franco. Y hubo otros, los menos, que sabían que la dictadura estaba derrotada antes de la muerte de Franco. José María Areilza, que fue el primer alcalde de Bilbao cuando entraron las tropas de Franco, utilizó la expresión de que la dictadura había caído “en una galerna de huelgas”, que luego se le ha atribuido incluso algún dirigente de izquierdas. Areilza también el primer ministro de Exteriores del primer Gobierno de la Monarquía. Solamente en 1975 creo que hubo 115 millones de horas de huelgas.

P. Y luego llegó, a comienzos de 1979, la aprobación de la Ley de Acción Sindical, ¿no?

R. La llegada de esta norma provocó una especie de complot de banqueros y empresarios contra Adolfo Suárez. Dijeron que era la sovietización de economía española. Luis Valls no participó de aquel aquelarre empresarial contra Suárez, que, como sabemos, no fue una broma porque alentó los ánimos golpistas posteriores. El Banco Popular y su presidente, por lo que fuere, a mí me inspiraba más confianza que otros banqueros para hablar de muchas cosas. Quizá alguien parecido a Valls fue José Ángel Sánchez-Asiaín, del BBV, los demás no.

P. Partiendo de ideologías muy diferentes, mantenías sus discusiones. ¿Crees que Valls era una persona que te gustaba debatir con quien no pensaba igual?

R. Luis era una persona muy culta, se podía hablar con él de muchas cosas. Era irónico y bromista, le gustaba mantener debates de estos temas variados. Tenía un pensamiento dinámico, le gustaba comprender lo que pasaba a su alrededor, anticiparse al futuro, no anclarse, arriesgar, conocer lo que piensas tú, aunque fuera muy diferente a sus creencias. Luego era capaz de sintetizar los pensamientos, compartir los saberes, buscar soluciones a los problemas. Un hombre que escuchaba, que te hablaba y con el que se podía llegar a consensos básicos.

A veces me sorprendía. En una ocasión, le hablé de un compañero de Comisiones, que estaba en la Ejecutiva, que era pintor, Ángel Campos. Yo, por cierto, no entendía mucho de pintura, pero se lo conté y le facilitó locales para exponer en el Edificio Beatriz, la sede principal del banco. Y Valls le compró un cuadro y creo que lo colgó en el mismo despacho que tenía mi fotografía; creo que a las visitas les comentaba que era un cuadro hecho por un sindicalista. En fin, era una persona culta y bastante tolerante. Gastábamos bromas. Yo le explicaba mi ateísmo con base en la crítica de la razón pura de Kant.

P. ¿Y Luis Valls qué argumentaba?

R. Hablaba de las raíces del humanismo cristiano, de la organización de la Iglesia. No sostenía aquello de que la doctrina social de la Iglesia de León XIII era la base para montar los sindicatos amarillos, que fue el peor invento que ha habido, bastante perverso.

P. Luego sufrió la amenaza de ETA, algo que también padeció usted.

R. Sí, es verdad que los dos vivimos esa lacra; creo que le afectó no poder seguir con su rutina de retirarse a la Sierra algunos días, tuvo que cambiar su régimen de vida. Era algo que disfrutaba.

P. ¿Cree que Valls manejaba bien los silencios en las conversaciones?

R. Sí, ocurría a veces que se producía un silencio un poco prolongado, alguno hablaba de temas intrascendentes y se quedaba un silencio, provocaba una situación de ver quién era el primero que lo rompía y entraba en materia. Sabía controlar los silencios como lo hacen los grandes maestros que no hablan ex cátedra, pero demuestran que saben más que tú. Normalmente, eran conversaciones sobre temas laborales y de la situación política. La verdad es que nunca me habló del Opus Dei.

P. Se ha publicado un libro, Opus, que sostiene que se utilizaron recursos económicos del Banco Popular para financiar la expansión del Opus Dei por todo el mundo a través de fundaciones, con Luis Valls como financiero principal. La Obra lo ha desmentido. ¿Cree que se podría haber hecho?

R. No puedo responder porque no conocí el banco hasta ese punto. Aunque tampoco me encaja Valls con contabilidades paralelas; el banco era muy analizado y estudiado. Como he dicho, nunca hablamos del Opus Dei, ni él me dijo nada, ni yo quise preguntarle. Lo que considero es fue un acierto fue la estrategia empresarial del Grupo Popular de crear bancos regionales en las diferentes zonas de España; me pareció algo muy adecuado para el desarrollo económico del país. Salvando las distancias, podía ser parecido al papel que jugaron las cajas de ahorros, cuyo fin ha sido un desastre y está detrás del problema de la España vaciada. Creo que España echará en falta a las cajas y a los bancos regionales del Popular.

P. ¿Cómo vivió el final del Popular?

R. Creo que los sucesores se metieron en las aventuras inmobiliarias que no coincidían con la estrategia de Valls, que tuvo el banco más rentable porque estuvo apegado a las economías familiares y regionales, la economía real y productiva, lejos de la especulación y de la fiebre del pelotazo que se inoculó después.

P. ¿Y la muerte de Valls?

R. Sentí su pérdida, había perdido la relación años antes de que ocurriera, pero pensé que era de las personas a las que la muerte no debía borrar su vida, lo que había hecho en el Banco Popular. Pese a lo que ocurrió después, no se debe arruinar su figura.

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