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EN PROFUNDIDAD

Alejandro Rojas-Marcos

fundador del Partido Andalucista

Por Íñigo de Barrón Arniches, periodista que ha trabajado en medios como El País, donde fue Corresponsal Financiero entre el 2000 y 2022, Europa Press o Expansión. También ha colaborado en algunos canales de televisión y radio, como RTVE, La Sexta, Cuatro, COPE, Cadena SER y Onda Madrid. Autor del libro “El hundimiento de la banca”, entre otros, ha recibido a lo largo de su carrera diferentes premios como el Schroders al mejor artículo del año y el ING de Periodismo.

“Luis Valls trataba de no mostrar el gran poder que tenía”

En las biografías de Alejandro Rojas-Marcos (Sevilla, 84 años), no se menciona su relación con Luis Valls, ni siquiera se atisba por qué pudieron tener esa vinculación. Pero lo cierto es que la tuvieron y fue profunda a tenor de las palabras del político andaluz, fundador del Partido Andalucista, que fue alcalde de Sevilla con la Expo de 1992. Rojas-Marcos habla con entusiasmo y precisión de las reuniones y conversaciones con el expresidente del Banco Popular, aunque hayan pasado varias décadas de aquellos encuentros.

Pregunta. En principio no parece claro cómo un estudiante de Derecho de Sevilla acabó teniendo relación con un banquero como Luis Valls. ¿Cómo se conocieron?

Respuesta. Tanto en mi colegio de los Jesuítas como en la Universidad de Sevilla donde estudié Derecho tuve amigos del Opus Dei. No por nada especial, porque no era cercano a la Obra y nunca tuve relación con el Opus Dei como institución, pero sí que mantenía buenas amistades. Al acabar la carrera de Derecho fui becado para un curso en la Universidad de La Rábida y conocí a algunos catedráticos que eran del Opus Dei, como Vicente Rodríguez Casado, Florentino Pérez o Patricio Peñalver, posteriormente, me trasladé a Madrid para hacer un máster y ampliar los estudios en Políticas y en Derecho Internacional. Empecé a escribir columnas en el Diario Madrid y su Presidente, Rafael Calvo Serer, me gestionó ir a la residencia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Fue una experiencia increíble porque coincidí con Severo Ochoa y con otros científicos importantes.

 P. ¿Y cómo entró en contacto con el Banco Popular?

 R. Un día, por sorpresa, me llamó Raimundo Castro, psicólogo y responsable de Recursos Humanos del Popular, que llegó a ser secretario general del banco. Me dijo que me quería hacer una entrevista porque creía que estaba buscando trabajo; le aclaré que no era así, pero la acepté por probar, siempre me han intrigado esas cosas, con la condición de que me diera una copia.

 P. ¿De qué año estamos hablando?

 R. Creo que fue en 1964. Tras la entrevista me ofrecieron entrar en la Sociedad de Investigaciones Económicas, una filial del Popular que dirigía Aristóbulo de Juan, con el que todavía mantengo una gran amistad. Rechacé la oferta porque yo me quería dedicar a la política y, al poco tiempo, me llamó Luis Valls, que me ofreció colaborar con el banco, como asesor para encargos concretos. Desde el principio a Valls le resultó curiosa mi vocación política y que colaborara con el Diario Madrid. Recuerdo que lo primero que me encargó fue un trabajo en profundidad de cómo se organizaban las cooperativas del Grupo Mondragón. Allí me fui con 23 años, con mi Seat 600 y sin conocer a nadie. Este trabajo es significativo porque refleja el interés de Valls por todo lo nuevo, lo atento que estaba a movimientos que surgían. Le interesaba cómo se estaba reformando el mundo de la empresa, la relación de 1 a 3 entre el sueldo del que menos ganaba y el que más cobraba…

P. ¿Para qué le interesaba eso a alguien que estaba en la dirección del Popular?

R. No me dijo para qué le interesaba, pero yo, al cabo del tiempo, me di cuenta de que a él le interesaba todo. Le pareció una cosa muy innovadora. Le interesaba lo nuevo y lo viejo, todo; el cómo y el porqué, pero no como el hobby, como alguien curioso. Es decir, no por utilidad, no necesariamente para ganar dinero o no solo para ganar dinero, sino para aprender.

P. ¿Y lo aplicaba al banco?

R. No necesariamente. Pero me imagino que de alguna manera sí porque el banco era su dedicación principal. He conocido a otros muchos presidentes de bancos, como Mario Conde, Pablo Garnica o José Ángel Sánchez Asiaín y no creo que Luis Valls fuera mejor o peor, pero sí que era diferente. Absolutamente diferente, con una curiosidad, con una cosmovisión increíble, con firmeza en principios y valores.

P. Cree que, por el estilo de gestión de Valls, ¿le gustaba mandar?

R. En alguna ocasión lo hablamos y me dijo no, que le gustaba influir, pero mandaba todo lo que podía y para mandar a veces hacía que como que no mandaba, pero influía donde no podía mandar. Él trataba de ocultar el gran poder que tenía. Sí, eso era obvio. Lo digo en sentido positivo, porque era todo lo contrario de un dictador, tenía un respeto a la opinión de otros, pero irradiaba influencia y esa influencia llegaba a través del mando constituido o a través de su autoridad moral o, incluso, a través de terceras personas a los que influía. Para influir hay que tener “auctoritas”, es decir, autoridad moral, algo más que legal y está al alcance de pocos. Él era consciente de que tenía mucha autoridad moral. E influía todo lo que podía. Era pausado, pero si se tenía que enfadarse, se enfadaba, y si tenía que dar voces con energía, lo hacía, no tengo dudas.

P. ¿Le gustaba más estar detrás que en primera línea, no?

R. Absolutamente. Era muy interesante ver cómo manejaba los resortes de la sociedad de entonces. Él no quería aparecer en las fotos, las portadas, no era su estilo. Tampoco el enfrentamiento directo, cuidaba mucho estas cosas, buscaba paraguas en algunas circunstancias. Por ejemplo, cuando iniciaron el control del Popular, editó un libro con la biografía de su padre. Era algo artificial, pero lo interpreté como un mensaje para aclarar que eran una familia de financieros catalanes, no era un señor que aterrizó de repente en el Popular.

En general no le gustaba nada aparentar poder, al menos el poder formal. Buscaba el poder real, el que no se veía. Por eso creó la copresidencia para Javier Valls, era una perfecta división de poderes. Eran como agua y aceite, no tenían nada que ver. Luis era todo fondo y en Javier todo superficie; al menos eso era lo que se divisaba. Dicho esto, creo que Javier era muy noble, aunque hizo alguna trastada de las gordas.

P. ¿Exigía lealtad incondicional a las personas de su entorno?

R. Creo que sí, Luis era muy exigente y reclamaba esa lealtad incondicional, sobre todo a los de su organización. A mí, como amigo, me admitía discrepancias y que no opinara como él en algunas cuestiones. Eso no hizo que no me tuviera un respeto excepcional. Sin embargo, con la gente que le rodeaba, pienso que exigía una lealtad a prueba de bomba. Todos tenemos una cara oculta y Luis también la tenía. Cuando tuvo que enfrentarse a algunas personas, lo hizo y a cara de perro, como con Ruiz Mateos, aunque al final pienso que hubo un acercamiento personal.

P. ¿Le pareció una persona especialmente culta?

R. Se suele entender por culto aquel que es más bien un erudito, que ha leído mucho, que sabe mucho, que ha estudiado con gran detalle. Él destacaba porque evidentemente era una persona culta, pero no era un erudito. Leía mucho, se interesaba por todo, pero con un sentido. Hablábamos de muchas cosas, pero nunca de religión. Sí conversábamos de lo moral, de lo inmoral, de esto justo es injusto. Lo que nos parecía que era bueno y lo que estaba mal, de lo real y lo irreal, es decir, de valores y de principios. Hablamos mucho y para mí fue muy bueno, sobre todo en mi etapa joven.

P. Y su vocación y visión de banquero, ¿se reflejó en vuestras conversaciones?

R. Para nada. No me hablaba de las cuestiones estratégicas o de cifras o retos del Banco Popular, como tampoco me habló del Opus Dei, nunca.

P. Tras la muerte de Franco, Valls apoyó la llegada del Rey a la jefatura del Estado, ¿no?

R.  Sin duda, tenía fuerza política a través de los ministros denominados tecnócratas, que eran del Opus Dei, y empujó en favor del Rey.  A él le ofrecieron ser ministro en lugar de Mariano Navarro Rubio, que fue ministro de Hacienda entre 1957 y 1965 e impulsor del Plan Nacional de Estabilización Económica. Pero ni se le pasó por la cabeza aceptarlo. Eso denota su inteligencia. A mi juicio, se hubiera equivocado.

P. Valls también mantenía una buena relación con Don Juan de Borbón, ¿Esto también fue un nexo de unión entre ustedes?

R. Bueno, en una ocasión me llamó y me dijo que sabía que tenía una buena relación con el conde de Barcelona, eran finales de los años 60 y principios de los 70. Le dije que sí, porque es verdad que la tuve, pero también es cierto que rechacé ser miembro del Consejo Privado del Conde de Barcelona. Creía que la solución lógica de la dictadura sería una monarquía, pero no me veía en ese Consejo. A los monárquicos les sentó fatal mi renuncia. Por lo que fuera, Valls se debió enterar de que existió esa relación y hablamos de ello.

P. ¿Cómo vivió Valls el cambio de régimen?

R. En aquel entonces cada vez dedicaba más tiempo a la política, primero con los temas estudiantiles, luego con la organización de Compromiso Político por Andalucía, más adelante fundamos el Partido Socialista Andaluz, después denominado Partido Andalucista. En las elecciones de 1979 entré en el Congreso de los Diputados… pero aun así mantuvimos la relación porque era de amistad y, de vez en cuando, me invitaba a comer en la sede del banco. Me contó su proyecto para montar una oficina para dar créditos a los partidos políticos en las primeras elecciones, incluido el Partido Comunista; era una idea que no contaba con el apoyo de los demás banqueros. Pero creó la oficina y a mí me hizo cliente número 1. Supongo que ahora la oficina es del Santander. En aquella época hablé con Adolfo Suárez, con Santiago Carrillo para decirles que el Popular les iba a dar créditos, ¡no se lo creían! A mi partido también le concedió un crédito.

P.  Una vez que llegó al Congreso, ¿mantuvo la relación con el presidente del Popular?

R. Sí, quedábamos para charlar, cambiar impresiones sobre lo que estaba pasando en la política, los diputados más relevantes y las principales cuestiones que se trataban, que muchas veces no eran los titulares de los periódicos, sino lo que estaba debajo. Además, por cuestiones familiares, emparenté con José Ramón Rodríguez, que fue consejero del Banco Popular de 1987 a 2015, según Luis Valls una de las mejores cabezas que había conocido, y mantuve una buena y larga relación con él.

P. Se acaba de publicar un libro, “Opus”, del periodista Gareth Gore, en el que describe la figura de Luis Valls como el banquero del Opus Dei, el que le facilita todos los recursos económicos importantes a Josemaría Escrivá de Balaguer para el desarrollo nacional e internacional de la Obra. Se dice que utilizó el Popular como motor económico de la organización religiosa a través de unas fundaciones, algo que ha desmentido el Opus Dei. Por lo que ha conocido a Luis Valls, ¿le encaja que tuviera ese papel?

 R. No te puedo decir nada porque jamás hablamos de ese tipo de cosas y no he leído el libro. Tengo alguna referencia, pero lejana, así que no puedo decirte nada.

P. ¿Piensa que el hecho de que nombrara a consejeros delegados que no eran del Opus Dei era una manera de evitar que se viera al Popular como un banco de la Obra? Es decir, era una manera de protegerlo ante posibles ataques…

R. Es posible porque alguna vez sí temió ataques contra el banco, pero tampoco lo puedo decir de una manera tajante. Para mí, lo que sí afirmo es que el Popular tenía la estructura que a él le gustaba dada su manera de ser.

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